Vícar volvió a ser la capital del hip-hop por séptimo año consecutivo acogiendo las principales disciplinas que conforman la cultura urbana –graffiti, breakdance, skate y rap– en el marco del festival Hip-Hop Street. Más de 15.000 jóvenes venidos de toda la provincia –y de fuera de ella– llenaron las calles de nuestro municipio de arte, habilidad, rimas e improvisación, demostrando que el hip-hop sigue estando en plena forma después de más de cuarenta años de existencia.
Ningún otro estilo musical ha sabido mantenerse del mismo modo –y ahora el hip-hop es prácticamente un modo de vida, pero en sus comienzos se reducía al rap, la unión de un MC haciendo rimas sobre un base musical pinchada por un DJ–; la clave ha sido la gran polivalencia y capacidad de adaptarse a los sonidos de cada época. En sus comienzos, el MC rapeaba sobre una base funk, soul o disco porque era el estilo que estaba de moda en los ambientes nocturnos neoyorkinos, algo que se puede comprobar en el primer gran hit del hip-hop que popularizaron The Sugarhill Gang, Rapper’s delight –curiosamente, el rap en el que Manuel Ruiz “Queco” se inspiró para componer el estribillo del Aserejé de Las Ketchup–. En los 80, la aparición de los sintetizadores y la música electro influyó en la evolución de las bases con el DJ Afrika Bambaataa, ahora considerado el abuelo del hip-hop, como máximo exponente con temas como Reckless.
El sampleado de bases de otras canciones ha sido una constante en la historia del hip-hop, pero en los 90 alcanzó su máxima expresión con el pelotazo U can’t touch this de MC Hammer, que utilizaba la base del Super freak de Rick James y del que se vendieron más de diez millones de copias. A finales de esta misma década, el hip-hop era el encargado de poner al día clásicos de la pista de baile de los 80 de Bad Boys Blue, CC Catch, Fancy o Modern Talking; la fórmula era eliminar las estrofas de la canción, utilizar la base musical para rapear sobre ella y mantener los estribillos originales. Ya en los ’00, Eminem se acercó a la new age con su sampleo del tema Thank you de Dido, algo parecido a lo que con el soul ha hecho Jay-Z en su reciente magnífica colaboración con Alicia Keys en el tema Empire state of mind.
Sin embargo, lo que nos parece aún más interesante es la cualidad que tiene el hip-hop para experimentar hasta con los sonidos más clásicos; en el 97 vió la luz el proyecto The Rapsody Overture, donde la ópera se fusionaba con el rap, y su momento más álgido es la adaptación de la ópera Prince Igor de Alexander Borodin interpretada por la soprano noruega Sissel y el rapero americano Warren G; el resultado es una auténtica delicia, al igual que Everything’s gonna be alright, la canción del proyecto Sweetbox, en la que la cantante Tina Harrys rapeaba sobre la base de la Suite Orquestal 3 de Bach.
En resumen, la clave del sonido hip-hop es, por un lado, la entidad y el carácter que tiene por sí solo, y por el otro, la gran permeabilidad y capacidad de hacer suyo cualquier otro estilo, y aquí es donde elimina toda barrera para convertirse en algo universal.
[Artículo publicado en el número de Febrero de Vícar al Día]
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